Releyendo a Ortega –nótese qué bien queda utilizar este verbo a los treinta años- empiezan a asomar desde la loma de mi monótona existencia esas dudas deliciosas, urticantes, perniciosas para el más común de los sentidos y tan necesarias en la hora del bostezo intelectual, de la

¿Cómo saber si amo, si estoy amando en este momento?.
Si el enamoramiento es un estado inferior del espíritu, no asemejable al amor, ¿Es que puedo amar prescindiendo de ese estado de imbecilidad transitoria, como lo llama Ortega?. ¿Es el amor lo que decanta cuando el enamoramiento se ha ido?. Si ambos estados del alma se separan a la hora de definirlos, ¿es que puede un individuo estar enamorado de uno y amar a otro, simultáneamente?.
En medio de la tarde, mientras otras dudas para nada existenciales como qué hacer de cenar van emergiendo desde un lunes más, cuánto agradezco a Don Ortega estas dulces cavilaciones que trajo a mi mente, torturas de seda para el pensamiento, picaduras de estío para rascarse el alma.
Algunos poemas elegidos, irán ilustrando las palabras del maestro español.
Para seguir leyendo a Ortega y Gasset, consulten su bibliografía en línea y bájenla desde aquí.
Hable Don José:
(…) Nada hay tan fecundo en nuestra vida íntima como el sentimiento amoroso; tanto, que viene a ser el símbolo de toda fecundidad. Del amor nacen, pues, en el sujeto muchas cosas: deseos, pensamientos, voliciones, actos; pero todo esto que del amor nace como la cosecha de una simiente, no es el amor mismo; antes bien, presupone la existencia de éste. Aquello que amamos, claro está que, en algún sentido y forma, lo deseamos también; pero, en cambio, deseamos notoriamente muchas cosas que no amamos, respecto a las cuales somos indiferentes en el plano sentimental. Desear un buen vino no es amarlo; el morfinómano desea la droga al propio tiempo que la odia por su nociva acción.
Pero hay otra razón más rigorosa y delicada para separar amor y deseo. Desear algo es, en definitiva, tendencia a la posesión de ese algo; donde posesión significa, de una u otra manera, que el objeto entre en nuestra órbita y venga como a formar parte de nosotros. Por esta razón, el deseo muere automáticamente cuando se logra: fenece al satisfacerse. El amor, en cambio, es un eterno insatisfecho. El deseo tiene un carácter pasivo y en rigor lo que deseo al desear es que el objeto venga a mí. Soy centro de gravitación, donde espero que las cosas vengan a caer. Viceversa: en el amor todo es actividad, según veremos. Y en lugar de consistir en que el objeto venga a mí, soy yo quien va al objeto y estoy en él. En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí: es tal vez el máximo ensayo que la naturaleza hace para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa. No ella hacia mí, sino yo gravito hacia ella.
CUERPO A LA VISTA
Y las sombras se abrieron otra vez
y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de tus dientes caníbales,
prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la una que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,playa sin fin de tu costado.
Tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minutos después son los ojos húmedos del perro.
Siempre hay abejas en tu pelo.
Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como las espalda del río a la luz del incendio.
Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y un largo quejido cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos, como la sombra del águila la soledad del páramo.
Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.
Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca de horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)
Patria de sangre,única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,única puerta al infinito.
Octavio Paz
En el modo de comenzar se parece, ciertamente, el amor al deseo, porque su objeto –cosa o persona- lo excita. El alma se siente irritada, delicadamente herida en un punto por una estimulación que del objeto llega hasta ella. Tal estímulo tiene, pues, una dirección centrípeta: del objeto viene a nosotros. Pero el acto amoroso no comienza sino después de esa excitación; mejor, incitación. Por el poro que ha abierto la flecha incitante del objeto brota el amor y se dirige activamente a este; camina, pues en sentido inverso a la incitación y a todo deseo. Va del amante a lo amado –de mi al otro- en dirección centrífuga. Este carácter de hallarse síquicamente en movimiento, en ruta hacia un objeto; el estar de continuo marchando íntimamente de nuestro ser al del prójimo es esencial al amor y al odio.
No se puede ir al Dios que se ama con las piernas del cuerpo, y no obstante, amarle es estar yendo hacia Él. En el amar abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros y emigramos virtualmente hacia el objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando.
Podríamos decir, buscando expresiones metafóricas que destaquen en la intuición el carácter a que me refiero ahora, que el amor no es un disparo, sino una emanación continuada, una irradiación psíquica que del amante va a lo amado. No es un golpe único, sino una corriente.
ENAMORAMIENTO, ÉXTASIS E HIPNOTISMO
Hay muchos “amores” donde existe de todo menos auténtico amor. Hay deseo, curiosidad, obstinación, manía, sincera ficción sentimental; pero no esa cálida afirmación del otro ser, cualquiera que sea su actitud para con nosotros. En cuanto a los “amores”, donde efectivamente lo hallamos, es preciso no olvidar que contienen muchos otros elementos además del amor sensu stricto.
En sentido lato, solemos llamar amor al “enamoramiento”, un estado de alma complejísimo donde el amor en sentido estricto tiene un papel secundario.
Ya aquí topamos con una gran semejanza entre el enamoramiento y el entusiasmo místico.
SED DE TI
Sed de ti me acosa en las noches hambrientas.
Trémula mano roja que hasta su vida se alza.
Ebria de sed, loca sed, sed de selva en sequía.
Sed de metal ardiendo, sed de raíces ávidas......
Por eso eres la sed y lo que ha de saciarla.
Cómo poder no amarte si he de amarte por eso.
Si ésa es la amarra cómo poder cortarla, cómo.
Cómo si hasta mis huesos tienen sed de tus huesos.
Sed de ti, guirnalda atroz y dulce.
Sed de ti que en las noches me muerde como un perro.
Los ojos tienen sed, para qué están tus ojos.
La boca tiene sed, para qué están tus besos.
El alma está incendiada de estas brasas que te aman.
El cuerpo incendio vivo que ha de quemar tu cuerpo.
De sed. Sed infinita. Sed que busca tu sed.
Y en ella se aniquila como el agua en el fuego.
Pablo Neruda
Reprimamos los gestos románticos y reconozcamos en el “enamoramiento” –repito que no hablo del amos sensu stricto- un estado inferior de espíritu, una especie de imbecilidad transitoria. Sin anquilosamiento de la mente, sin reducción de nuestro habitual mundo, no podríamos enamorarnos.
Quedamos pues, en que el místico, como el enamorado, logra su anormal estado «fijando» la atención en un objeto, cuyo papel no es otro, por el momento, que retraer esa atención de todo lo demás y hacer posible el vacío de la mente.
Sin embargo, el enamorado tiene la impresión de que su vida de conciencia es más rica. Al reducirse su mundo se concentra más. Todas sus fuerzas psíquicas convergen para actuar en un solo punto, y esto da a su existencia un falso aspecto de superlativa intensidad.
BOLERO
Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Julio Cortázar
Al propio tiempo, ese exclusivismo de la atención dota al objeto favorecido de cualidades portentosas. No es que se finjan en él perfecciones inexistentes. (Ya he mostrado que esto puede ocurrir, pero no es esencial ni forzoso, como erróneamente supone Stendhal). A fuerza de sobar con la atención un objeto, de fijarse en él, adquiere este para la conciencia una fuerza de realidad incomparable. Existe a toda hora para nosotros, está siempre ahí, a nuestra vera, más real que ninguna otra cosa. Las demás tenemos que buscarlas dirigiendo a ellas penosamente nuestra atención, que por sí está prendida a lo amado.
ESTO ES AMOR...
Esto es amor, esto es amor, yo siento
en todo átomo vivo un pensamiento.
Yo soy una y soy mil, todas las vidas
pasan por mí, me muerden sus heridas.
Y no puedo ya más, en cada gota
de mi sangre hay un grito y una nota.
Y me doblo, me doblo bajo el peso
de un beso enorme, de un enorme beso.
Alfonsina Storni
El “enamoramiento”, en su iniciación, no es más que eso: atención anómalamente detenida en otra persona. Si ésta sabe aprovechar su situación privilegiada y nutre ingeniosamente aquella atención, lo demás se producirá con irremisible mecanismo. Cada día se hallará más adelantado sobre la fila de los otros, de los indiferentes, cada día desalojará mayor espacio en el alma atenta. Ésta se irá sintiendo incapaz de desatender a aquel privilegiado. Los demás seres y cosas serán poco a poco desalojados de la conciencia. Dondequiera que la “enamorada” esté, cualquiera que sea su aparente ocupación, su atención gravitará por el propio peso hacia aquel hombre. Y, viceversa, le costará una gran violencia arrancarla un momento de esa dirección y orientarla hacia las urgencias de la vida. San Agustín vio sagazmente este ponderar espontáneo hacia un objeto que es característico del amor: “Mi amor es mi peso, por él voy dondequiera que voy”.
LA ENAMORADA
ante la lúgubre manía de vivir
esta recóndita humorada de vivir
te arrastra Alejandra no lo niegues.
hoy te miraste en el espejo
y te fuiste triste estabas sola
y la luz rugía el aire cantaba
pero tu amado no volvió
enviarás mensajes sonreirás
tremolarás tus manos así volverá
tu amado tan amado
y es la demente sirena que lo robó
el barco con barbas de espuma
donde murieron las risas
recuerdas el último abrazo
oh nada de angustias
ríe en el pañuelo llora a carcajadas
pero cierra las puertas de tu rostro
para que no digan luego
que aquella mujer enamorada fuiste tú
te remuerden los días
te culpan las noches
te duele la vida tanto tanto
desesperada ¿adónde vas?
desesperada ¡nada más!
Alejandra Pizarnik
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Unas pastillas de Oscar Wilde para desdramatizar el ambiente...
(Aún cuando muchas de ellas deban ser entendidas en el contexto de las obras en que aparecen, son en sí mismas, un reflejo del espíritu inquieto y delicioso de este escritor).
"Es bastante difícil no ser injusto con lo que uno ama."
"La única diferencia que existe entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho es más duradero."
"Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras no la ame."
"Amarse a sí mismo es el comienzo de una aventura que dura toda la vida."
"Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir."
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