25.11.09

Mirarse, mirarnos...

Con los dos pies en el plato, en el barro, en la fuente…

Muchas veces la comprensión y la aceptación de una realidad sucede cuando empezamos a hacernos cargo de nuestros propios espejos.

En ocasiones, ser una Parte del Todo que es nuestro Universo en constante transformación, ya que hablar de evolución sería por lo menos presuntuoso, nos anima a andar por la vida fatigando nuestra condición de “parte”, dejando que el “todo” nos circunde, incluso nos empuje, sin intervenir demasiado, puesto que hay infinidad de “partes” que podrían hacerlo.

Sin embargo, la determinación de hacer algo por el otro, por esa otra parte igual a mí, de actuar conforme a la pertenencia de eso que tan lejanamente llamamos El Mundo, ese todo real que nos señala y nos convoca … comienza con un primer paso.

No importa cuán ambicioso sea. No importa cuán pequeño. Lo importante es la huella que dejará ese paso nuestro, que honrará nuestros huesos, que verán nuestros hijos, que seguirá andando solo de alguna manera, señalando el camino.

Este modesto informe, por así llamarlo, se propone poner los dos pies en un plato que El Mundo entero debería estar pisando, y así dar un paso al frente.


El muro del Apartheid en Palestina no resiste polémicas ni mayores análisis: es ilegal, arbitrario, opresivo, segregario y criminal.

Ha de llegar el día en que entendamos, aún a fuerza de cascotazos en la conciencia, que el espejo en el que es preciso mirarnos no está en la pared.

Ahora sí, con mayor destreza y solvencia continuarán ilustrando esta crónica las palabras e imágenes que aquí siguen…

V.M.





“Un pueblo que canta no muere”, dice el músico palestino Shadi Al-Assi desde un campo de refugiados de Belén. Por primera vez, el documental Checkpoint Rock, canciones desde Palestina crea un mapa sonoro palestino, que abarca desde lo tradicional hasta el rock y el hip hop. Y refleja, ante todo, a pesar de la adversidad, esperanza. “Volveremos al amor, volveremos para la paz”, canta Shadi.
-22 de octubre de 2009. Por Tania Molina Ramírez, La Jornada (México)-




¡No dejen de leer el siguiente informe!

El Muro del Apartheid en Palestina y el Derecho Internacional


Extractos del libro de Eduardo Galeano

Espejos.

Una historia casi universal.



Espejos

Los espejos están llenos de gente.
Los invisibles nos ven.
Los olvidados nos recuerdan.
Cuando nos vemos, los vemos.
Cuando nos vamos, ¿se van?



El horror de la guerra

A lomo de un buey azul, andaba Lao Tsé.
Andaba los caminos de la contradicción, que conducen al secreto lugar donde se funden el agua y el fuego.
En la contradicción, se encuentran el todo y la nada, la vida y la muerte, lo cercano y lo lejano, el antes y el después. Lao Tsé, filósofo aldeano, creía que cuanto más rica es una nación, más pobre es. Y creía que conociendo la guerra se aprende la paz, porque el dolor habita la gloria:

Toda acción provoca reacciones.
La violencia siempre regresa.
Sólo zarzas y espinos nacen en el lugar donde acampan los ejércitos.
La guerra llama al hambre.
Quien se deleita en la conquista, se deleita en el dolor humano.
Los que matan en la guerra deberían celebrar cada conquista con un funeral.




Dominantes y dominados

Dice la Biblia de Jerusalén que Israel fue el pueblo que Dios eligió, el pueblo
hijo de Dios.
Y según el salmo segundo, a ese pueblo elegido le otorgó el dominio del
mundo:

Pídeme, y te daré en herencia las naciones
y serás dueño de los confines de la tierra.


Pero el pueblo de Israel le daba muchos disgustos, por ingrato y por
pecador. Y según las malas lenguas, al cabo de muchas amenazas, maldiciones
y castigos, Dios perdió la paciencia.

Desde entonces, otros pueblos se han atribuido el regalo.
En el año 1900, el senador de los Estados Unidos, Albert Beveridge, reveló: Dios Todopoderoso nos ha señalado como su pueblo elegido para conducir, desde ahora en adelante, la regeneración del mundo.




Muros

El Muro de Berlín era la noticia de cada día.
De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: el Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro...
Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros brotaron, y siguen brotando, en el mundo. Aunque son mucho más grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.
Poco se habla del muro que los Estados Unidos están alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de las alambradas de Ceuta y Melilla.
Casi nada se habla del Muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y será quince veces más largo que el Muro de Berlín, y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que perpetúa el robo de la patria saharaui por el reino marroquí y mide sesenta veces más que el Muro
de Berlín.


¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?





Guerras voraces

En 1975, el rey de Marruecos invadió la patria saharaui y expulsó a la
mayoría de la población.
El Sahara es, ahora, la última colonia del África.
Marruecos le niega el derecho de elegir su destino, y así confiesa que ha robado un país y que no tiene la menor intención de devolverlo.
Los saharauis, los hijos de las nubes, los perseguidores de la lluvia, están condenados a pena de angustia perpetua y de perpetua nostalgia. Las Naciones Unidas les han dado la razón, mil y una veces, pero la independencia es más esquiva que el agua en el desierto.
Mil y una veces, también, las Naciones Unidas se han pronunciado contra la usurpación israelí de la patria palestina.
En 1948, la fundación del estado de Israel implicó la expulsión de ochocientos mil palestinos. Los palestinos desalojados se llevaron las llaves de sus casas, como habían hecho, siglos antes, los judíos que España echó. Los judíos nunca pudieron volver a España. Los palestinos nunca pudieron volver a Palestina.
Los que se quedaron fueron condenados a vivir humillados en territorios que las continuas invasiones van encogiendo cada día.
Susan Abdallah, palestina, conoce la receta para fabricar un terrorista:
Despójelo de agua y de comida.
Rodee su casa con armas de guerra.
Atáquelo por todos los medios y a todas las horas, especialmente en las noches.
Demuela su casa, arrase su tierra cultivada, mate a sus queridos, especialmente a
los niños, o déjelos mutilados.
Felicitaciones: ha creado usted un ejército de hombres-bomba.



San Francisco de Asís

Los cruzados habían puesto sitio a la ciudad egipcia de Damieta. En el año
1219, en pleno asedio, el fraile Francisco se desprendió de su ejército y se echó a
caminar, descalzo, solo, hacia el bastión enemigo. El viento barría la tierra y golpeaba la túnica color tierra de este ángel enclenque, caído del cielo, que amaba la tierra como si de la tierra hubiera brotado.
Desde lejos lo vieron venir.
Dijo que venía a hablar de paz con el sultán Al-Kamil.
Francisco no representaba a nadie, pero la muralla se abrió.
La tropa cristiana estaba dividida en dos. La mitad creía que el fraile
Francisco estaba loco de remate. La otra mitad creía que era tonto de capirote.
Era fama que charlaba con los pájaros, que se hacía llamar juglar de Dios, que predicaba y practicaba la risa y recomendaba a sus monjes: —Guárdense de aparecer tristes, ceñudos e hipócritas. Se decía que en su huerto, en el pueblo de Asís, las plantas crecían al revés, con la raíz para arriba; y se sabía que al revés opinaba. La guerra, pasión y negocio de los reyes y de los papas, servía, según él, para conquistar riquezas, pero no servía para conquistar almas; y las Cruzadas se hacían para someter a los musulmanes y no para convertirlos.
Movido por la curiosidad, o quién sabe por qué, el sultán lo recibió.
El cristiano y el musulmán no cruzaron armas, sino palabras. Durante el largo diálogo, Jesús y Mahoma no coincidieron. Pero se escucharon.


+info en

http://elmuro.rojana.com.ar/
http://www.palestina.int.ar/


Niños de Palestina





*Informe realizado escuchando: Amr diab, Khaled & Cheb Mami - Danza del vientre

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