
CANCIÓN DEL CORSARIO
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
más a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
Escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago a tanto amor!...
(Inglaterra, 1788-1824)
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