Un hombre anda bajo la luna
Pena de mala fortuna
que cae en mi alma y la llena.
Pena.
Luna.
Calles blancas, calles blancas.
Siempre ha de haber luna cuando
por ver si la pena arranco,
ando y ando.
Recuerdo el rincón oscuro
en que lloraba en mi infancia.
-Los líquenes en los muros.
-Las risas a la distancia.
Sombra. Silencio. Una voz
que se perdía.
La lluvia en el techo. Atroz
lluvia que siempre caía,
y mi llanto, húmeda voz
que se perdía.
Se llama y nadie responde.
Se anda por seguir andando.
Andar, andar ¿hacia donde?
¿y hasta cuando?
Amor perdido y hallado
y otra vez la vida trunca.
Lo que siempre se ha buscado
no debiera hallarse nunca.
Uno se cansa de amar.
Uno vive y se ha de ir.
Soñar. ¿para que soñar?
Vivir. ¿para que vivir?
Siempre ha de haber calles blancas
cuando por la tierra grande
por ver si la pena arranca
ande
y ande.
Ande en noches sin fortuna
bajo el vellón de la luna,
como las almas en pena.
Pena de mala fortuna
que cae en mi alma y la llena.
Pena.
Luna
-LXXVIII-
No tengo nunca más, no tengo siempre.
En la arena la victoria dejó sus pies perdidos.
Soy un pobre hombre dispuesto a amar a sus semejantes.
No sé quien eres. Te amo. No doy ni vendo espinas.
Alguién sabrá tal vez que no tejí coronas
sangrientas, que combatí la burla,
y que en verdad llené la pleamar de mi alma.
Yo pagué la vileza con palomas.
Yo no tengo jamás porque distinto
fuí, soy, seré. Y en nombre
de mi cambiante amor proclamo la pureza.
La muerte es sólo piedra del olvido.
Te amo, beso en tu boca la alegría.
Traigamos leña. Haremos fuego en la montaña.
(de Cien sonetos de amor)
Ritual de mis piernas
Largamente he permanecido mirando mis largas piernas,
Largamente he permanecido mirando mis largas piernas,
con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión,
como si hubieran sido las piernas de una mujer divina
profundamente sumida en el abismo de mi tórax:
y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa,
sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura cabeza,
y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de noche
que una mujer está respirando, durmiendo desnuda y a mi lado,
entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la ausente
viciosos, melancólicos pensamientos
siembran pesadas posibilidades en mi dormitorio,
así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro cuerpo:
lo enteramente substancial, sin complicado contenido
de sentidos o tráqueas o intestinos o ganglios:
nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,
nada, sino la forma y el volumen existiendo,
guardando la vida, sin embargo de una manera completa.
Las gentes cruzan el mundo en la actualidad
sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida,
y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que designan el cuerpo,
y se habla favorablemente de la ropa,
de pantalones es posible hablar, de trajes,
y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de "señora"),
como si por las calles fueran las prendas y los trajes vacíos npor completo
y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo.
Tienen existencia los trajes, color, forma, designio,
y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,
demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en elmundo,
y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,
con un pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas.
Bueno, mis rodillas, como nudos, particulares, funcionarios, evidentes,
separan las mitades de mis piernas en forma seca:
y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes
no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.
Desde la rodilla hasta el pie una forma dura, mineral, fríamente útil, aparece,
una criatura de hueso y persistencia,
y los tobillos no son ya sino el propósito desnudo,
la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva.
Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas, son allí mis piernas,
y dotadas de grupos musculares como animales complementarios,
y allí también una vida, una sólida, sutil, aguda vida
sin temblar permanece, aguardando y actuando.
En mis pies cosquillosos y duros como el sol,
y abiertos como flores, y perpetuos, magníficos soldados
en la guerra gris del espacio, todo termina,
la vida termina definitivamente en mis pies,
lo extranjero y lo hostil allí comienza:
los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,
lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazón
con densa y fría constancia allí se originan.
Siempre, productos manufacturados, medias, zapatos,
o simplemente aire infinito,
habrá entre mis pies y la tierra
extremando lo aislado y lo solitario de mi ser,
algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,
algo abiertamente invencible y enemigo.
(de "Residencia en la tierra")
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