22.3.08

Laboratorio poético



Realice usted el siguiente experimento:





1. Tómese la temperatura del alma y con todos los síntomas de un espíritu inquieto y perturbado de presentimientos, siéntese a esperar algo.
2. Espere. Húndase en la espera, muérdala, deletréela: enseguida entrará en desesperación.
3. Acuse un dolor agudo. Duélale en todo el cuerpo una ilusión esquiva, un nombre, un verso, una pregunta amarga.
4. Ahora sí, elija una melodía que le sirva de espejo en esta hora necesariamente incómoda, que le interprete la pena.
5. Escúchela a repetición. Una y otra vez. Que sean campanas doblando por usted, puertas golpeándose al viento, cachetazos madres, ramalazos duros, gotas de alcohol en el raspón de siempre.
6. Entonces acomódose y escriba, con la cabeza metida en cada nota, bajo el agua sinuosa, exasperada y revuelta de la música amiga que le escolta la pena. Despáchese de una sola vez: escriba, escriba.
7. Recuerde que a veces unas pocas palabras bastan. Preste especial atención a los silencios de la melodía: son como claros en el bosque.
8. Estornude tristezas, ponga a secar pañuelos. Hipos y babas, ¿por qué no?: sucumba. Nadie lo mira, permítase el ridículo. Si es mujer, exprésese como le mandan. Si es hombre, descanse de su mandato.

9. Lea el verso, la estrofa, el derrotero de sílabas que ha dado a luz como una parturienta primeriza. Léalo con pasión y compasión. Apague la música por favor.
10. Ahora pruebe con una sonrisa después de lavarse la cara. Véase en el espejo, aprecie sus miserias. Ponga la pava, mire la hora, vuelva de a poco y prenda la radio. El noticiero lo dejará justo ahí adonde estaba antes de seguir este estúpido decálogo que debería venderse con garantía asegurada porque lo más seguro es que no sirva para nada.




ADVERTENCIA:


EL EXPERIMENTO ES ÚNICAMENTE APLICABLE
A LOS JUGLARES DE OFICIO Y CONDICIÓN.
Nadie se hace poeta en una tarde, ni ante la indiferencia del
vecino que no da bolilla, ni ante el engaño,
ni ante la injusticia, ni siquiera ante la muerte.
Para exorcizar las penas los dioses crearon la poesía
y los hombres inventaron el psicoanálisis.
Aquí les dejo mi ahorro -millonario- en psicoanalistas...



Escuchando el Nocturno en Ebm, de Chopin, esto resultaba:


GRITO

Pronunciarme en silencio
enmudecerme a voces
abrumarme de luces
para no ver las horas
amanecer la noche
con las manos abiertas
como un libro sagrado
como un árbol nocturno
como un vaso de fuego
mis manos que no rezan
que no esperan
no entibian
ásperas de caricias
rotas de infancia lejos
ah, mis manos amadas
si tuvieran memoria
sudarían recuerdos
como charcos azules
de un planeta imposible
como anclas en un miedo
marítimo y profundo
mis manos
el silencio
cayendo en mi garganta
mis manos apretando
un aire espeso y rancio
a medialuz el aire
la garganta
mis manos
y un silencio infinito
aullando mi nombre.



Y escuchando “Sé pietà”, de la ópera “Julio Césare”, de Haendel, por Monserrat Caballé:


Es la hora
en este instante el arco se ha torcido
la brújula delira
el mar se agita
el viento latiguea
aquí dentro el eclipse no termina
el día no amanece
lo negro habita
porque tu mano aprieta en este instante ahogado
una mano distinta
no una mano que escribe para nadie
no una mano que rasca cascaritas
no esta mano cruzando los renglones
cansada, corroída
amaneciendo a oscuras
mientras no es evidente que siga respirando
mientras está tu mano en otra mano presa
y en las mías
abiertas
agoniza una estrella.

Escuchando "Palomita blanca", por Troilo y Grela, nació lo siguiente:


Mi soledad araña lo ridículo
enciende un fósforo en sus rodillas de andar
lo apaga con un beso
se rasca contra el viento
se cansa de sí misma
y de mí
sobre todo
de ser mía se aburre
de entrar en mis zapatos
retorcida costumbre
boomerang que arrojado
en un mar de cenizas
vuelve ardiendo.

Despedida al nacer
malnacida conmigo
soledad
no me anima
tu claro nombre azul
tu linaje de espinas
de bailarinas ciegas
y golondrinas muertas
de fruta enmohecida
tu sangre de verbenas arrancadas
para ningun florero.

Y sin embargo cuando
los espejos se cierran
las paredes respiran
y todos se han marchado
y él persiste en su ausencia
cómo me desespero
y me hundo en tus brazos
soledad de mi vida
pañuelo de mi infancia
esclava de mi suerte
nunca me dejes sola.

Y escuchando la Sèrénade Mélancolique Op 26, de Tchaycovsky, lo que sigue:

El canto de la noche
el ritmo de la espera
la madera del tiempo
crujiendo envilecida
bajo mis pies descalzos
en las sombras avanzo
sosteniendo una vela
que desborda en mi mano
su lágrima caliente
yo enarbolo mi lumbre
en mitad del naufragio
en la mitad del miedo
ahogada entre pasillos
fatigo corredores
con mi vela encendida
en la penumbra avanzo
en mitad de la nada
atravieso paredes
con mi árbol de cera
esparciendo visiones
en lo obscuro absoluto
bajo mis pies descalzos
crujiendo envilecida
la madera del tiempo
el ritmo de la espera
el canto de la noche
ando sola
buscándome.

(c) copyrigth

¡A experimentar se ha dicho!

Victoria

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